música

16 jun 2010

El primer día


Sé que todo esto tendré que soportarlo todas las mañanas, volviéndose algo cotidiano durante cuatro meses, partiendo desde el día de hoy.          

Nuevamente desde temprano en pie. Tiritaba todo mi cuerpo por el frío invernal y la llovizna cada vez más frondosa. Cuando comienzo a meditar en las situaciones que me tocaran al regreso de clases, justamente, es cuando suena la bocina del transporte escolar; en su interior conviven pequeños dementes. Niños de no más de nueve años, que me hablan de sexualidad y de películas que ellos titulan como satánicas. Van saltando y golpeándose con frecuencia sobre los asientos de cuero parchado. Por mientras tanto, el chofer de este bus escolar, corría a velocidades increíbles. A las personas que no lograba atropellar, les grita locuras que sólo se le podían ocurrir a este hombre, que bordea los cuarenta años de edad.

Bajado finalmente de la travesía atemorizante de cuatro ruedas, entré ahora al empobrecido y marginal colegio, imaginándome sobre los posibles cambios en la estructura que siempre ha gozado de una inusitada precariedad. El gran cambio que tanto nos habían prometido, había sido, simplemente, pintar de blanco las murallas. No sé tampoco de que me quejo, todos sabíamos que el cambio no podría haber sido muy grande, contando los treinta mil pesos que paga cada alumno de mensualidad, con el apetecido vuelto de la pasta base.

Al entrar a la sala de clases me encontré con todos los objetos en posiciones idénticas a las dejadas el año anterior. Así es como comencé a ordenar en mi cabeza la situación, al mismo tiempo que me sentaba en la fría e incomoda silla que solía ocupar los años anteriores. Sacando mi gran libro, pensaba que de alguna manera debía aprovechar la mañana, siendo el alumno que siempre llega veinte minutos antes del inicio de las clases. Mientras leía, la gente comenzaba a ocupar los asientos restantes, situación que me incomodaba bastante y que ya había meditado la noche anterior.

Todos gritaban y se abrazaban. En menos de diez minutos se dedicaban a relatar las historias de sus vidas, destacadas por ser tan poco interesantes. Todo se teñía en breves segundos de un tono tan odioso. Actuaban como si no se hubieran visto durante años o si hubieran sido los sobrevivientes de alguna guerra mundial, y lo más gracioso de todo esto, es que sólo se habían visto hace dos semanas.

Cuando sentía que mi cabeza iba a explotar por la razón incontenible producto de tanto griterío sin sentido, fue cuando apareció una profesora a la clase. Ella trataba de poner le orden y quizás creía hacerlo con autoridad ante su jovial y universitaria imagen. Era horrible ante mis ojos el poco respeto que le tenían y la manera en que salían ese grupito de tres mujeres populares de la sala, sin chistear, creyendo posiblemente que aun vivían de sus apestosas vacaciones en casa.

Esto era cada vez más insoportable. Porque tenía que volver a internarme con este grupo de mamíferos sin evolución aparente.

Cuando creí que el tiempo avanzaba cada vez más rápido y observaba que en la sala permanecían cada vez menos alumnos, podía estar y sentirme más tranquilo, pero justamente en ese instante una noticia lamentable fue escuchada por mis oídos. El profesor a cargo de nosotros en la hora siguiente, no podría asistir a clases, lo que significaba pasarme durante las próximas tres horas junto a esta tropa de animales salvajes; escuchando sus comentarios inmensamente estúpidos.

Mi sangre estaba ardiendo totalmente y creí que en cualquier momento mis instintos me llevarían a quemar el colegio, producto de la desesperación. Estaba seguro que no había situación alguna que solucionara este pensamiento agónico. Justo en ese momento me di cuenta de una agradable sorpresa: se podía observar a todos los mamarrachos de los diversos cursos en el patio central. Sus comentarios circulaban entre el tipo de ropa, fiestas y diversas borracheras. Esto ya había pasado todos los límites y junto a un aliado nos dispusimos a la iniciación de la destrucción masiva del salón de clases: la rabia era mucho y sobre todo pensando que era el primer día de muchos más.

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