música

16 jun 2010

El viajero


Los caminos del viajero finalmente han llegado a un lugar, para el término de la locura y el cansancio. Es el medio día, de aquel viernes de nubes negras y gotas gordas; introducidas en la gran selva. Sin alguna ubicación de tierras, no sabe a que temer y de que cuidarse. El viajero lamentablemente sabe sólo su idioma de procedencia (el español). En el momento de su llegada, a estas nuevas áreas, que tal vez ninguna persona había pisado antes, tenía la mente plagada de millares de ideas locas y desenfrenadas. Él no deseaba dar un paso más, por que entendía que no iba a tener la misma suerte. Imaginaba que luego de seguir la caminata, por sectores desconocidos, una bestia salvaje podría aparece; devorando todos sus interiores.
                                                                 
Inició una meditación a cerca de la situación en la que se encontraba. Luego de un par de minutos, se dio cuenta que si no se movía de aquel lugar, los insectos y los lagartos lo devorarían de igual manera. Sin nada más que su bolso y sus ropas, se dispuso a seguir su trayecto y luchar con las posibles amenazas futuras. No tenía visualmente claras las amenazas, sólo sabía que las habría.
                                                                  
En los primeros metros de aventura, aun se notaban rasgos de sonrisa en su rostro, junto a sus humildes sueños de salvación. Observaba el camino bastante despejado, aunque no sabia en que dirección se dirigía: no sabia cual era la derecha y cual la izquierda. Lo único que hacía cada cierto tiempo, era inspeccionar su cuerpo, para ver que no tuviera elementos enterrados o animales succionando su líquido vital.                                                                                     
De pronto, se encontró con una sorpresa: era rodeado de construcciones en condiciones muy precarias. Sus ojos exaltados al igual que su corazón, observaban la situación. Sin saber lo que le esperaba, decidió internarse en estos monumentos, del centro de la selva. Para la gran sorpresa del viajero, visualizó a docenas de pequeños humanoides de raza negra, que sobre la piel, untaban una capa de pintura blanca. Eso no era todo, estos personajes sacados de los primeros años de la memoria humana, estaban iniciando una especie de rito ancestral. Luego de canticos extraños y bailes exóticos, pudo apreciar el cuerpo de un hombre de piel blanca, con un orificio en su cabeza. Esto era horrible ¿Si le habían hecho eso a este hombre, que podrían llegar ha hacerle al pobre trotamundos?
                                                                   Cuando menos se lo esperaba, un personaje destacado entre la multitud, tomó el cuerpo del hombre, exponiéndolo por los aires y arrebatando su corazón desde el pecho; acto siguiente, devorándoselo con los dientes. En ese momento, cualquier equivocación o acto de atención, podría provocarle igual suerte al turista selvático. Fue en ese momento, cuando de la espalda apareció un ser gigantesco, expulsándolo al centro de la población de carnívoros. Estos pequeños hombrecillos iniciaron el rito, devorándolo vivo, mientras sus partes se iban pudriendo con el pasar de las horas.

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