música

13 jul 2010

Dos realidades



Como en cada mañana de las más frías de la capital santiaguina, iba a encender su vehiculo Juan Carlos, para llegar a la hora justa a su trabajo, en Av. Las condes, dónde por lo general se ubica en us gran oficina con calefactores de última generación. Debido a las altas temperaturas, el trabajo de calentar el automovil se tornaba muy tedioso, a su vez, que peligraba diariamente su lugar en el trabajo, producido por los constantes atrasos. Además esta era la unica manera que en su engolosinada mente se comprendía como un medio posible de transporte, porque obviamente no cabía la posibilidad de someterse a la humillación de surcar las calles en el bus de trabajadores.


Mientras tanto en el centro de la cuidad, se encontraba una familia establecida hace largos años, era una comunidad que había heredado la labor de colección de cartones, esforzándose por acumular minuto a minutos de vida la mayor cantidad de pesos, sin morir en la calle junto a los perros bagabundos. Era un verdadero milagro que aún estuvieran los abuelos y los nietos en pie. Le agradecían cada día a dios por seguir viviendo. Se daban los ánimos cada mañana, de dónde nadie sabe, para así seguir trabajando en esta cruel y difícil situación.


Finalmente Juan Carlos pudo encender el vehículo, quejándose y sin notar de las valiosas oportunidades y materiales que poseía gracias a su excelente situación social y monetaria. Pero lo hacía sin imaginar la pobre vida de la familia de cartoneros, o acaso, ¿un personaje que vive del dinero, hace tantos años, pensaría o entendería la pobreza de otros? Es lógico que no, ya que su realidad familiar siempre ha sido la opuesta.


El hombre, ya instalado sobre su medio de transporte de cinco velocidades, cruza una de las grandes avenidas de la capital, observando hacía el frente, con una risa de magnate empresarial, intuyendo por breves segundos a la sufrida familia de cartoneros; por un segundo piensa: ellos son pobres por que quieren. Justamente, en el mismo momento, la familia empobrecida señala al gran vehículo que corre furiosamente por las calles, creyendo que es una especie de fatídico sueño para ellos y piensan: el dinero que el tiene representa al lugar que nos quitaron hace años a nosotros.

12 jul 2010

El hombre cubierto



Quiero hablarles de un personaje que durante un tiempo fue muy conocido y reconocido por mí humanidad, a quien denominaba a cada momento como mi gran amigo. Por él me dejé guiar en muchas y diferentes ocasiones, en los términos generales que desenvuelven al mundo; por él, al mismo tiempo, deje influenciarme de una llamativa psicología que hasta ese día yo nunca había interpretado por la razón de mi desconocimiento. El problema fue que de a poco esa psicología me fue atrapando durante los días y las noches de verano, creando discusiones y batallas internas, las que aún mantengo vivas producto de sus secuelas.   

Este muchacho era tan crítico, y seguramente debe seguir siéndolo, que creaba un circulo de hombrecitos anti sistémicos, que no tenían ninguna características de ser genios; aunque lo creyeran así, eran más incapaces que capaces. Quizás entender eso en la profundidad de sus almas los llevaba a cada momento linguniar la vida de los demás, radicado en los celos de tener una capacidad de la que ellos nunca podrían llegar a disfrutar.

El arte de este hombre misterioso y aturdido, era sin duda denigrar a la gente con gran pasión, demostrando sus pensamientos y actitudes absolutistas, pero no por eso desafortunadas. Vivía entendiéndose a si mismo como el Dios purificado, con la capacidad de eliminar a cualquier autoridad con su poder absoluto en palabras, cosa que yo no había visualizado hasta el día de hoy por su capacidad sin igual de influenciabilidad. Guiados todos por esas muestras de supremacía, a las que yo fui sometido, fuimos cegados por largos años y casi toda una vida.    

Todo iba de punta en blanco para el autónomo gobernante de mentes adolescentes, hasta que una noche decidí seguir sus pasos, algo que me dejó absolutamente perplejo. De a poco el hombrecillo comenzaba a sufrir cambios físicos, los que a cada paso que daba se formulaban de manera más evidente. Ante mis ojos entendía que quizás no era una locura su deseo de ser el gobernante del mundo, ya que los cambios relatados por mí demostraban un poderío que yo hasta el día de hoy nunca más he vislumbrado.   

Parecía que su cuerpo simplemente lo utilizaba como una especie de disfraz, con el fin de investigar a la raza humana, porque sin duda el era parte de una civilización con dejes de superioridad. En ese momento, por razones obvias, comenzó a producirse una parálisis en todo mi cuerpo, debido al miedo y el nervio reinante en torno a un terror visual y la creación del horror de mi mente contaminada.

¿Qué tipo de confianza podía llegar a tener que alguien me fuera a creer los disparates que había presenciado? ¿Quién iba a pensar como posible que un ser tuviera la capacidad de disfrazarse de hombre con una piel artificial?

Lo único que me restó fue guardar el silencio hasta le fin de mis días, eliminando de los archivos de mi cerebro la imposibilidad racional de lo que yo creo que mis ojos vieron un día.

8 jul 2010

Lumbago


Es una brisa helada que transcurre a partir de un punto, surcando espacios ante todo tu cuerpo. Comienza progresivamente a llenar toda la humanidad de dolor y termina haciéndote ver como un loco con la histeria de gritar a cada momento, con la necesidad de descargar la ira producida por la dolencia muscular. Parecieras tener una invalidez y a veces crees que te podría llegar a durar para toda la vida, desde ese simple momento, que se originó sin ninguna razón aparente. No puedes tener el estado de ánimo del reclamo, o sino se te comprimen los músculos y vuelves a la desesperación de la supervivencia. Tienes familia que te ayuda de cierta forma, pero nadie como tu pareja, la que está castrada a seguirte a cada paso y cumplir  con sus funciones para contigo, mientras tú te sientes débil e incapaz; y cada vez que deslumbras como te hacen las cosas, esas que antes se veían tan simples y cotidianas, te hacen y te presionas para sentirte como un pobre perro lanzado al vació de las calles.